10 de octubre de 2010

De un tiempo a esta parte he descubierto que las personas son tan diferentes unas de otras, que acaban siendo inevitablemente parecidas. También he descubierto que me gustan las personas, hablar con ellas, conocerlas. Últimamente he conocido muchas y muy de golpe, y no me arrepiento de haberlo hecho, quizá sea una de las mejores cosas que hecho en este último mes y una razón importante para decir que todo este cambio y este inicio de vida está mereciendo la pena.
Con ellas, he podido saber también, que la base de la sinceridad es saber guardar secretos. Porque sí, no tengo ninguna duda, todos tenemos secretos.
Los secretos son maravillosos, tanto, que se convierten, a veces, en bombas de relojería. Los de otros son en cambio tu mayor tesoro, y de ti depende que los guardes. A pesar de su fragilidad, los secretos pesan demasiado, y uno debe velar porque los suyos no se rompan.

Yo también tengo los míos, y ultimamente el más importante gira alrededor de él. No es que haya un nuevo él, tampoco es eso. Hace un tiempo me prometí que no habría más él, y mucho menos un él, seguido de un suspiro romántico.Pero una no es de piedra, y los chicos son una droga difícil de controlar.
Digamos que a veces, son como un vestido de fiesta, que se te encapricha porque es monísimo y tienes que tenerlo ya, sea como sea.
Pues bien, a mi esté vestido me marea, unos días me queda bien, otros no podemos ni vernos y yo, odio los polos opuestos. No creo que sea tan dificil saber lo que uno quiere, y dejar de marear. Pero bueno, por alguna razón, sigo queriendo ese vestido, supongo que porque en el fondo, como ya he dicho muchas veces, me encantan las subidas y bajadas, y vivir centrifugando.

A pesar de todo, el conocer nuevas personas no impide que eche de menos entre semana a muchas otras. Pero es precisamente eso lo que hace que cada fin de semana, cada hora, cada charla con las personas que extrañas, se conviertan en algo doblemente especial.

Aquí lo dejo por hoy, los domingos se gastan muy rápido.

Paz y amor!

4 comentarios:

  1. me parece que tienes mucho que contarme cari :)
    te quiero!

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  2. Mi abuela no es la única a la que le da mucha pena que estemos estudiando en lugares diferentes, estaba acostumbrada a soportarte de lunes a viernes a las 14:10h, los sabados a la hora del maquillaje y los domingos a través de una simple pantalla de ordenador.
    Ahora me tengo que conformar con unas pocas horas cada fin de semana que no llegan para contarnos ni la mitad de las cosas que nos pasan a lo largo de la semana, pero supongo que será ley de vida, pero todo esto me lo compensa el saber que seguimos ahí, como si estuvieramos cada día en la clase de al lado.

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  3. sí que se puede echar de menos algo que nunca has tenido... porque existe, otras personas lo tienen o lo han tenido y tú imaginas como podría ser.

    me encanta lo de vivir centrifugando, es una metáfora estupenda, literariamente hablando, en la vida real ya es otro cantar.

    biquiños,

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  4. a ver si actualizamos eh maja, que ya estoy ansiosa por leer una nueva entrada de esas de las tuyas!

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