31 de diciembre de 2011

¡FELIZ AÑO!

Esto también hay que hacerlo...

De nuevo, y 365 días después de la vez anterior, aunque parezca mentira, volvemos a despedir un año que se va lleno de grandes cosas, hechos importantes y muchas, muchas buenas personas.

Que lejos queda aquel primerizo Enero, y Febrero, que vino con Tom de la mano. Carnavales, muy payasos. Primaveras que entran y nos recorren enteros, nos han traído fiestas universitarias, bebidas escondidas y secretos. Noches de amigas en el norte, hasta que el sur nos dejó durante un tiempo largo. El norte bajo un sol que no se decidió a salir, y San Juan, y noches de cubatas. Madrid, aunque no nos llevo a todas, nos dió momentos inolvidables, paisajes nuevos, calles de sorpresas. Y septiembre nos llevó al sur de nuevo, me dio un trabajo remunerado, y más noches, personas nuevas y las que siempre han estado ahí, y ojalá lo estén siempre. Pasó Octubre, lloviendo, y un mes después mi cumpleaños, noche de olvido, quizás. Risas sobre todo. Aquí y allá. De nuevo pasa y la navidad llega, luces de colores y cenas elegantes, sorpresas y de nuevo despedidas.

Gracias al 2011, a todos los que estáis y tanto valeis. A todos ellos allá, a vosotras aquí...
¡2012 on fire!

30 de diciembre de 2011

A estas alturas, supongo que debe llegar el momento de hacer balance del año que se va, más que nada, porque viene otro nuevo, y nadie puede cambiarlo. Estoy triste. Como algunas noches a estas horas tan poco activas para el mundo, aquí en el norte, en el norte de esta cama que es mía. No quiero que acabe la música, ninguna de todas estas canciones preciosas que suenan detrás de los cascos y que probablemente, las he descubierto en algún momento de este año.

Hoy ha sido veintinueve de diciembre, como aquel otro hace ya bastante tiempo que se llevó a mi abuela y nos robó la navidad en casa. Porque, por supuesto, esas cosas no solo pasan a los demás. Por suerte, ya el tiempo nos deja asumir las cosas, y que todo vuelva a ser fiesta, pero ir olvidando es terriblemente triste, sobre todo cuando querrías tener más y más recuerdos, pero la mente de niña se olvidó de traerlos todos hasta aquí.

También recuerdo aquella otra navidad, aquella que parece tan reciente pero que se va quedando atrás, cuando estaba con esa parte de la familia que por razones de la vida, está en un país diferente en este momento. Tantos estados, todos tan unidos, y yo solo pude ver un par. Me habría gustado que fuera hoy, estar allí, no solo allí sino con ellos, pero de verdad, y no detrás de dos cámaras web, que en estas fechas se encienden prácticamente cada noche. Supongo que esas son las mejores navidades que he vivido, tan típicas, americanas, sueño de película. También recuerdo cuando estábamos todos aquí. Compartiendo mesa…

Pero las navidades pasan, como la vida, como el dolor de cabeza y como las ganas de llorar. Aunque hoy se estén poniendo rebeldes. No sé qué decir, solo sé que llorar, aunque tampoco hay muchas opciones.

Este ha sido un gran año, de verdad lo digo. Supongo, que de esos que se anotan para hablar de él a tus hijos, a tus nietos, si tuvieras la suerte de tenerlos. No sé si ha servido para madurar, si me he vuelto mejor o peor persona, o si he aprendido algo realmente en este tiempo. Prometo que no lo sé. Hay cosas que si sé. Sé que he intentado hacerlo, que he sido consciente de muchas cosas que hasta ahora no me planteaba. He pensado mucho, mucho, mucho. Más que nunca. He sido franca, y sobre todo he echado un montón de menos. Y lo sigo haciendo. Todo el rato. Supongo que por primera vez, he querido a alguien, pero querer de amor. De sentir cosas por las noches y abrazarse a alguien sin querer soltarle. De llorar de ganas de verle, o llorar por no poder hacerlo. Mi corazón también guarda. Palabras y sobre todo, personas. Ojalá pudiera guardar para siempre a todas las que quiero. Este año he descubierto, que son probablemente lo que más me importa en el mundo. Aquí, allá, norte, sur y lo que tú quieras. Yo quiero acabar bien, empezar bien…

Felices fiestas.

26 de diciembre de 2011

Ya no recordaba esa sensación de levantarse y que el campo esté blanco. Tan navideño, tan de postal. Es una mierda gigante. Sólo da frío, como todo en mi casa, porque tres capas de chaquetas y bata no es normal. Luego mi madre se pregunta por qué duermo 15 horas, pues coño, porque en cama no hay frío ni hay nada. Puede que a mi me guste poco, pero supongo que a mi perro le habrá hecho todavía menos gracia, porque el pone su culo sobre el cesped. Yo a mi perro le quiero mucho, y quiero que sepas que es muy inteligente, pero debo decir que siempre me ha parecido un poco inútil por el mero hecho de que tiene una casa cojonuda, y se emperra en dormir fuera (se en-PERRA).
...
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Sigamos. No sé si os había hablado alguna vez de la señora que siempre tiende la ropa. Hoy he vuelto a verla, después de tanto tiempo. Sigue bien, y tiene tantísima ropa como siempre, así que supongo que a su familia tampoco le va mal.
Hoy de comer había lo que ayer de cenar. Y cuando digo ayer quiero decir Nochebuena, pero no me gusta presumir. Lo malo de las comidas copiosas, es que además, repiten. Y si no, pues ya se encarga mi madre de repetirla. Y lo peor es que está buenísima. Mi madre también, pero me refiero a la comida.
Pero lo mejor de hoy ha sido el Mcdonals. Resulta que desde que no vivo en casa, cada vez que vuelvo hay cosas fundamentales que debo ver: mis padres, mis amigas y mi Mcdonals. Aunque últimamente ha dejado de ser un vicio controlado y ha pasado a ser una puta droga. Tengo que dejarlo, será mi propósito de fin de año. Lo de hoy ya fue un desmadre. Después de entrar y tomarnos esa asquerosa hamburguesa que me tiene loca, decidimos que era el momento de tomar uno de esos deliciosos McFlurry, que son helados con galletas y sirope de chocolola (baba..). Perdón. El problema estaba en la tremenda cola que había. ¿Problema? Nos vamos al Mcauto en coche. Con dos cojones. Corina se hizo la picha un lío con lo de pedir por micrófono, será el miedo escénico. Eramos tres, y pidió tres. O eso entendimos, pero no lo hizo así la voz en off. Al ir a la ventana, había cuatro McFlurrys. Me gustaría parar aquí el espacio-tiempo para que os hagais una idea de nuestra cara (allí en nuestra ignorancia) de: "Nos han dado uno gratis". Quiero remarcar también el grito que vino de la parte de atrás del coche de: "Arranca como si no hubiera mañana", y también mi pensamiento de "Que malas somos".
Y entonces, zas, patada en la boca. Nos han cobrado el helado de regalo. Somos malas no, lo siguiente a tontas.


19 de diciembre de 2011

A diferencia de lo que piensan algunos, todos nos arrepentimos de algo. Algo es un término demasiado ambiguo para un domingo de madrugada. Mañana debería levantarme temprano, pero la persiana está demasiado mal cerrada como para tener sueño. Odio ese estúpido punto de luz de forma rectangular que entra a partir de las 12 y que jode a partir de las cuatro. Aunque en realidad, ya puedo decir que son las cinco.
Qué locura. No sé que atractivo estúpido tiene lo de trasnochar, pero todo parece ser más emocionante cuando el Sol no está por el medio. A mí me destroza y sin embargo no puedo dejarlo. El Sol no, pobrecillo indefenso que nos alumbra gratuitamente. Hablo de este trastorno del sueño que me invento para justificar que sigan pasando las horas despierta cuando debería estar visitando lugares increíbles con la mente mientras me sumerjo en un coma nocturno llamado sueño. Yo creo que es el Sur que acabará por volvernos a todos un poquito más locos.Porque parto de la base de que ya lo estamos. Un poco sólo.
Supongo que seguirás pensando en si realmente has llegado a arrepentirte algo, o si quizás , lo estás haciendo ahora mismo. Lo complejo del arrepentimiento es eso, llega cuando le apetece. Como el sueño, supongo. Podría hablarte de los que creen no haberlo hecho nunca, de los que creen que nunca lo harán y de los que viven con el miedo a hacer algo de lo que arrepentirse. Pero de todos ellos, los peores son los que viven continuamente arrepentidos, sin darse cuenta de que hay vida más allá de la culpa. La culpa no siempre existe, supongo. Soy de las que aconseja no arrepentirse de casi nada, y puesto a hacerlo, mejor hacerlo de lo que se ha hecho, y no de lo que se ha dejado por hacer, que luego quedan cabos sueltos y esto es una fiesta. Pero como siempre digo, no soy nadie para aconsejar nada.
Así que mejor me callo, incluso mejor me duermo, que no estaría nada mal.

8 de diciembre de 2011

Adoraría recordar eternamente este momento. Este momento en que estoy, pues, solamente conmigo. Lo cierto es que podría pasarme la noche escuchando esta canción, pero se me acaban las lágrimas aunque no lo parezca. Nadie me ha visto llorar como me he visto yo.
Malditas melodías que nos llevan a mil pensamientos. Buenos y malos. A recuerdos felices y otros, la mar de tristes. No sabría como empezar a hablar.
De repente, en un segundo, se te borra el alma, te crece la agonía y brota una preocupación allí donde ni si quiera sabías que había vida. Te mueres un segundo, y vuelves para contármelo. Porque no soy nadie sin mí.
Estás aquí. Con la misma melodía de fondo que tanto hace pensar. Pero estás feliz, pletórico si cupiese. Y ahora. Ahora ya no. La estabilidad es egoísta, tanto subir y bajar acabará con la cordura del mundo. Y probablemente, las fuerzas que chocan dentro de mí sean tan contrarias, que acabarán atrayéndose,
y aquí me quedaré yo. Terminando sola lo que empecé sin tí. La soledad es triste. Hoy está preciosa.

3 de diciembre de 2011


Me exijo a mi misma para que tú leas, sólo, lo que yo mejor te escriba. Por eso, que esté empezando a escribir esto no significa nada. Porque llevo muchos días, o mejor, muchas noches, empezando a escribir, pero por unas razones o por otras, no he terminado de hacerlo. O sí, pero no de la manera que esperaba. Por eso no he dejado que lo leyeras.
Dicen que los buenos artistas han hecho sus grandes obras en los momentos en que más sufrían. Por eso, debo decir que lo que pueda salir de aquí ahora mismo, será una grandísima mierda. Y eso me alegra. Significa que es un buen momento. Lo lamento por la gran obra que podría salir de mí, pero prefiero felicidad. Espero que lo entiendas.
Cuando las cosas van mal es fácil empezar a criticarlo todo. A destrozarlo con palabras, con lágrimas, o con lo que cada uno buenamente pueda. Hablo de estas dos porque son las que mejor conozco, y debo decir, que en algún momento he creído que las manejaba a la perfección. Me equivocaba. Cuando lloras sin querer llorar, las lágrimas te controlan a tí. Te cogen y te estrujan hasta que te dejan sin fuerzas. Seco como un desierto africano. Las palabras, por su parte, pueden hacerte decir barbaridades. Y te harán, muy probablemente, arrepentirte de lo que significan.
Cuando las cosas van bien, tengo esa manía de hablar de cuando han estado mal, supongo que porque en el fondo, tampoco soy egoísta. Y si algo te enseña el tiempo, es que un día estás arriba y otro abajo, por eso, hay que pensar y hablar un poco de todo.

En cuanto a mí, aquí estoy, de vuelta en casa. He dejado el sur después de un mes disfrutando de su clima, que ya ha dejado de ser tropical. Recuerdo cuando el Sur estaba en mi vida en dosis más pequeñas, aquellas, que no pesaban más de semanas. Pero eso se acabó, y el sur está en mi vida como prácticamente todo mi presente. Esto se debe a que he considerado a que soy lo suficientemente madura como para tener un trabajo, aunque sea muy breve, para conseguir una remuneración, que no nos engañemos, viene muy bien para los gastos sureños del día a día. Pero esa parte, me impide volver al norte, con la familia y los amigos de siempre.
Hay noches en que digo, joder, tengo ganas de verles a todos. Y eso es maravilloso. Echar de menos es de las cosas más bonitas que existen. Pero no todo es siempre bonito, hay otras veces en que el no ver a alguien frecuentemente hace que sea difícil mantener el contacto, pero en eso trabajamos. Y yo creo que siempre bien.
En cuanto a Tom, sólo puedo agradecerle esta semana, que por desgracia, ya se ha terminado. Le quiero, nos quiero. Sobre todo cuando me pongo triste porque no nos vayamos a ver en unos días. Es ahí cuando sé que le necesito. Quizá ha sido que esta semana me ha dado los besos que llevaba necesitando varios días. Abrazos o pequeños detalles que estaba pidiendo a gritos, pero sin decir ni una palabra.
Hay muchas cosas que me voy dando cuenta que debo cambiar de mí. Pero es demasiado pronto para hablar de todas. Empieza un puente largo y espero que muy bueno.
Paz y amor.