29 de noviembre de 2010



Hacía demasiado tiempo que no miraba desde la ventana como pasa la vida en una ciudad. Este frío, los paseos bajo las farolas, las castañas asadas y el olor a gente, me recuerda muchísimo a mi infancia. Estoy en otra ciudad distinta, con personas distintas, pero os aseguro que la esencia viene siendo la misma. Por cierto, creo que me estoy empezando a enamorar de Pontevedra, aunque creo que eso ya lo sabías.
Un domingo, miraba por la ventana de mi habitación. Siempre me ha gustado ver como se mueven los árboles al compás del viento mientras yo me refugio en casa ; ver cómo los coches pasan y las personas caminan lento un domingo por la tarde. Quizá porque me gusta saber que el tiempo pasa irremediablemente para todo el mundo, y no sólo para mí, aunque eso no me sirva de consuelo.
En este momento es cuando desearía poder pararlo. Decirle que por favor, se lo tome con calma, que no hay prisa. Que esta es una etapa increíble como para que me meta presión.
Ya, ya sé que últimamente mis entradas hablan solo de mucho que me gusta esto, y lo siento por la monotonía, no quiero aburrirte,
pero es que siento la necesidad de contarte que todo va bien, nada más. Quizá para que estés tranquilo. No sé.

También debería hablarte de él, y de que probablemente me guste todavía más que antes. Creo que es una buena persona, pero que ahora mismo no es capaz de utilizar todos los sentidos para darse cuenta de las tonterías que comete. Supongo que porque hace un tiempo que no piensa con la cabeza, precisamente. A veces me gustaría que supiera que sigo aquí, de una manera u otra aunque haya decidido no ser una de esas tontas que esperan eternamente al chico con el que sueñan, porque no, yo no funciono así,
y mi vida sigue,
y hay miles de chicos que merecen la pena, y, y, y...
Y aún así, cada minuto que hablamos, me da mil minutos de sueños, y eso es algo que no puedo evitar. Pero simplemente, me basta con eso, con ser amigos, con mantener viva una ilusión aunque tenga que guardarla y esconderla en la mesilla hasta que él vuelva a ser una persona racional y se de cuenta de su error.
Sí, tienes razón, ya me estoy rallando demasiado con el temita.

Estoy en casa, en la de Ferrol digo, es puente, y tengo que trabajar un poco...pero no importa! Porque tengo que disfrutar más. Ayer ya no pude esperar, quedé con ellas a última hora, aunque solo fuera para compartir una coca cola y hamburguesa. Supongo que ayer, estábamos todas, y sabes que? Están mayores, en el buen sentido claro,
el verlas menos me hace ver cómo cambian y maduran, como si fueran pequeñas peras.
Las echaba de menos.

Y por hoy paro, tengo hambre.
Quiero lasaña!
Paz y amor.










14 de noviembre de 2010


Pasear por sus calles siempre me ha traído recuerdos,
aunque no siempre sean buenos.
Ayer, tarde lluviosa. Las manzanas solitarias y vacías albergaron mil momentos paseantes,
propios de una mente muy acostumbrada al sonido de las gotas.
Los rincones secretos, escondites del sol en agosto y de miles de ojos espías en otoño.
Esa plaza, tan suya y tan mía aquella noche de un verano no tan lejano,
se tiñe de olor a besos pasados de moda.
Edificios viejos, algunos caídos, hundidos por el miedo a no poder sostenerse.
Las tiendas. La ropa. Olor a nuevo.
La gente, desaparecida y ausente un 13 de noviembre. Cobijada en sus humildes moradas.
Yo, no sola, sino que acompañada por el compás de unas gotas que no cesan ni un solo minuto y por esta ciudad diúrna que apaga su luz a las 7 en punto. Me pregunto porqué dicen tristes a los días de lluvia. Agua es siempre igual a vida.
El autobús mojado recorre por mí las largas calles que se entrecortan.
Me encuentro con ellas. Las de siempre, dónde siempre, pidiendo lo mismo que siempre. Ensalada refrescante para un día frío. Las horas nos roban el tiempo y el tiempo nos roba las horas. Colacao, chocolate y café para terminar la velada. Se está acabando y antes de nada, ya las echo de menos de nuevo,
mi nueva rutina.

Hoy es domingo, por si todavía no lo sabes. Me toca volver a mi nueva casa. A esa otra ciudad tan vieja, pero tan reciente, que no deja de encantarme. Quizá mañana sea un buen día para coleccionar nuevos recuerdos en ella, para dejarme llevar por sus propios olores del sur. Espero tener suerte y disponer de todo el tiempo del mundo para descubrir sus rincones, para recorrer las letras que forman Pontevedra.
Domingo, de nuevo, despídete. Otras personas te esperan en ese otro punto del mapa,
personas que hoy, ya echo de menos,
mi nueva rutina.

11 de noviembre de 2010

18.


Bienvenidos a mi maravilloso mundo. Un mundo repleto de reflexiones de alguien que desde hace nada ha dejado de ser adolescente para introducirse en el complejo y fascinante mundo de los adultos, o al menos eso dice mi DNI, porque yo, lo que soy yo misma, no he notado cambio alguno en mi interior.
En cuanto a mi vida, pasa increíblemente rápido, supongo que como el resto de cosas buenas.. La intensidad de los últimos días ha sido tan grande que es imposible no quedar fascinado.
Por donde empezar...Quizá por el principio, para que puedas entender algo de todo esto.
Digamos que un día, justo después de otro y antes que el siguiente, me dí cuenta de que probablemente me estaba enamorando de alguien. Enamorarse es quizá una palabra muy heavy, no lo sé. El caso es que no podía pensar en otra persona que no fuera él durante más de 10 minutos y me convertí en un ser mono temático que solo hablaba de él. Se acercó, nos acercamos, y un buen día, por alguna razón, nos besamos. La ilusión volvía a entrar en mi vida, pasé un fin de semana entero sin dejar de preguntarme qué coño pasaría ahora.
Y siguiendo el calendario, llegó un buen lunes de noviembre. Busqué miradas, roces...y los encontré. La ilusión persistía. Tras la noche llegó el martes, y un cúmulo de malas noticias llegaron a mis oídos. La ilusión se va desvaneciendo poco a poco hasta que desaparece. No soy yo la chica que el quiere.
¿Me engañó? ¿Me mintió? Probablemente, pero la culpa es de quien confía.

En los días que prosiguen, me sentí tonta, engañada y supongo que bastante estúpida. También agradecida a quien pasó esos momentos preocupándose por mí, desde aquí, a mi lado y también desde lejos.
Pero llegó el jueves, y era mi cumpleaños. Mi primer cumpleaños en Pontevedra, con ellos aunque sin ellas, que se hicieron notar con mensajes y llamadas desde lejos.
Un día grande. Nos preparábamos para una buena noche: música para motivarse, vestidos intercambiados y maquillaje con un poco de lápiz de ojos. Con mucho disimulo, me organizaron una fiesta sorpresa que no voy a olvidar jamás de los jamases. Más música, unas copas y la mejor gente. Seguimos con la celebración, por todo lo alto, él no iba a ser motivo de una lágrima más y mucho menos una noche como esa... Sin embargo, la tristeza entra sin pedir permiso, y mucho más después de verle con ella.
Pero tengo amigas, hermanas, que se encargan desde la oscuridad de que todo salga bien y que me cuidan de una manera única, y hermanos que hacen que no pienses en lo que no debes. Un descanso, y un regalo de cumpleaños arriesgado, pero que me devolvió la vida. Increíbles ojos azules. Llegada a la resi, a mi casa, una charla intensa y a dormirse.

¿Ahora? Ahora he vuelto, todo parece en orden cuando le veo aunque no lo esté, porque actuar es algo que controlo desde hace mucho. Y soy feliz. Vivir aquí me aporta tanto que no sabría explicarlo ni un poco, y echar de menos a mis amigas hace que tenga unas ganas inmensas de compartir todo esto con ellas.
Y eso es todo por hoy, creo que suficiente.

Paz y amor!