Probablemente, necesitas que alguien diferente de tí misma te dé una palmadita en la espalda y te diga que lo hagas.
O quizá no. Quizá no necesitas más que un paseo interno para terminar de decidirte.
Es triste. Es triste que no tengas ni un gramo de la seguridad que demuestras al mundo. Lo es todavía más que dependas tanto de el resto de personas. Y lo peor, que no tengas ni voz ni voto en tu propia vida.
Pero no he venido a regañarte, y mucho menos a hacer que te sientas todavía peor por no saber elegir, por no saber ni tan solo decidir, o pensar por ti misma que es lo mejor para tí.
No considero que sea la persona idónea para dar consejos, pero sé cuando alguien necesita uno,
y tú,
querida tú hace meses que pides uno a gritos.
Hoy, quizá yo misma pueda darte ese empujoncillo en la espalda. A lo mejor, no está de más que yo te diga que lo hagas.
Piensa en lo que has hecho hasta el día de hoy. Piensa en las oportunidades que has perdido, en las que has fallado, y sobre todo, en las que no has tenido. Y ahora, por favor, piensa en la que tienes.
Abre los ojos y mírate de una vez.
Y ahora, que ni si quiera te has atrevido a pensar un minuto, sorpréndete del error que estabas pensando en cometer,
y llora de alegría.