31 de diciembre de 2010

También hay que hacer una entrada de estas.

Siempre he creído que las despedidas son tristes, sobre todo cuando quieres a quien se va. Hoy es 31, y no hay más remedio que despedirse del año, tanto si lo hemos querido,
o como si no.
He de decir, que yo si le he cogido cariño.

Recuerdo cómo lo empecé, hace hoy 365 días. Recuerdo un enero frío, un febrero y unos carnavales adornados con Wallys. Un baile de single ladies, con una canción improvisada. Después llegó Marzo. de él me quedo con esa visita a Lugo con toda esa gente que ahora echo tanto de menos. Carpe diem. Luego, Abril. Recuerdo una noche de chicas, sentadas frente aquellos chupitos de colores, noche de rosas y alguna lágrima. Una de nuestras noches. Recuerdo un Mayo muy apretado, estresante y lleno de fechas de exámenes marcadas con rotuladores y apuntes, muchos apuntes. Una despedida teatral y un final de curso prematuro, con su celebración correspondiente. Y llegó Junio de la mano de una palabra temida: Selectividad, y otra deseada, la noche de San Juan. Creo que nunca podré olvidar esa noche mágica, que fue el punto de partida de una nueva etapa. Y más noches de verano, juntas. Por fin, Julio. Un mundial en nuestra mano, visita especial a Monforte y ese cumpleaños bajo el sol y pasado por agua.
Y después, Agosto i el viatge de la meva vida, Barcelona. Poco después y casi sin darme cuenta, llegó Septiembre y empezó esa nueva vida que tanto me gusta. Pontevedra. En octubre me acostumbré a ella y desde entonces, no quiero soltarla.Y Noviembre, mi cumple y una fiesta única en mi nueva casa. Celebración aquí. Y así, entre ellos allá, y con ellas aquí, llegó diciembre, con un sabor a despedidas allá y tiempo que recuperar aquí.

Y hoy, doy las gracias por todos los momentos, por todas las personas que han llegado a este año, y las que siguen a mi lado. Y hoy brindaré porque sigan un año más conmigo, y otro, y otro, y otro...
Feliz año a todos.


27 de diciembre de 2010


Tengo ganas de llorar.
Tranquilo, no ha pasado nada malo. En serio.
Pero hay veces en que las personas necesitan llorar, desahogarse de alguna manera. Y el problema es que yo hace tiempo que lo intento,
pero no lo consigo.
Me concentro, te lo juro. Pienso en el mal que me hizo hace no tanto. En lo tonta que me convertí por su culpa y sólo por su culpa. En el engaño. En todas las ilusiones que dejó rotas debajo de ese sofá rojo que tantos buenos momentos me hizo pasar. Pero nada, ni una sola lágrima.
Eso me hace más daño. El odio que me guardo. El odio porque por alguna puta razón no consigo odiarle todo lo que debería. Y ya ves, sigo sonriéndole por las mañanas. Los idiotas existen.

Tengo ganas de llorar por lo bueno, sí. Por eso también. Por la satisfación que aporta saber que confian en tí como en muy pocas personas, que eres especial para alguien. Ganas de llorar por ella, que ha encontrado lo que buscaba y por lo que lloró esa noche de verano que no olvidaré nunca. También por ella, por ella y por todas las demás, que siguen a mi lado, un diciembre más. Por todos los que la vida me ha traído, por lo que hemos compartido hasta ahora y por todo lo que quiero compartir todavía.
Y lo malo, es que al pensar en eso,
no puedo dejar de sonreír.

Pero supongo que eso no se planea,
se llora y punto.
Creo que es un buen momento para empezar.
Espero que la canción que suena te emocione tanto como a mí.
Paz y amor.

25 de diciembre de 2010


Ayer fue navidad.
Se supone que es el día para abrir todos los regalos que tus padres han puesto debajo del árbol usando el seudónimo de Papa Noel, para comer mazapanes, polvorones y turrón de chocolate de 10 cm de grosor y todo eso que jamás comerías el resto del año, pero que como es navidad...
Bien, pues yo estuve metida en cama, con una cara que era un poema y con un pañuelo en la mano que debía ser renovado cada 4 minutos y medio. Gran sábado noche.

En realidad, nunca he tenido del todo claro si me gustan las navidades desde aquellas que decidieron llevarse a mi abuela. No voy a negar que me gustan las luces de colores, los árboles y por supuesto los regalos, pero las comidas familiares terminan casi siempre siendo un peñazo.
Desde hace algún tiempo, las fiestas son siempre igual, una noche aquí, y la siguiente allá, y siempre conectados al ordenador para poder ver a esa parte de la familia que no puede venir a España dos veces al año. Esa es la parte que me pone más triste. No me gusta. Siempre tengo el miedo de que piensen que no les echo de menos y que por eso no quiero hablar con ellos, pero en realidad, es todo lo contrario. No sé. Hablar con ellos así, me recuerda que no están aquí y eso es algo que odio, y sobre todo en estas fechas dónde estamos todos juntos en casa. Es algo a lo que no acabo de acostumbrarme.

Pero por otro lado, me ayuda a ver cómo se echa de menos cuando no eres tú la que se va. Pienso en que yo también me he ido, he empezado mi vida nueva, y aunque claro que tengo morriña, no noto ese vacío en casa que supongo que si notarán aquí. Pero mi madre y yo somos igual de cabezonas, y nunca nos diremos que nos echamos de menos. Por suerte, lo demostramos de otras maneras.

Por otro lado, con toda esto de ponerme enferma, casi no las he visto a ellas. He salido una tarde, y para colmo me coge más el frío. Estoy deseando que llegue fin de año para pasar la noche entera con ellas, demostrarles que las echo mucho de menos y que siguen siendo lo más importante, por mucho que hayan cambiado las cosas. Aunque sé que eso ya lo saben.
Y ahora que estoy en Ferrol, echo de menos a los de allá, y cuando estoy allá, no dejo de pensar en los de aquí. Os juro que esta es la parte que odio. Espero que estén pasando todos unas fiestas agradables.

Y aquí lo dejo, suficiente actividad mental para un solo día.
Paz y amor!


24 de diciembre de 2010


Sabor a despedida desde altas horas de la madrugada. Juegos de niños entre las sábanas. Un abrazo, un beso. Un cariño. Un autobús injusto. Música lenta. Lágrimas y gotas de lluvia compitiendo por adornar un cristal vacío de sentimiento. Por primera vez y desde hace tiempo, estás sola,
por suerte, solo hasta llegar a donde vive tu compañía. Un dedo que señala. Tu vida se ha convertido en una constante añoranza. Siempre echando de menos.
Valorando momentos entre notas que retumban fuertemente en tus oídos.
Un móvil que recibe noticias de las personas que quieres. Sentimientos entre letras de mensajes.
Tantas cosas en que pensar.
Y finalmente, una sonrisa que se traza inocente al pensar en lo bueno,
que al fin y al cabo,
es lo único que importa.

Feliz navidad a todos.

17 de diciembre de 2010


Y bien. Ahí estás tú, rodeado de gente que quieres mucho desde hace muy poco,
preguntándote porqué razón el destino te ha llevado hasta ese punto exacto,
pero por supuesto y por no variar,
no tienes ni una sola respuesta.
Pero mírate, eres tan feliz...
Y eso es lo que importa, no sé si lo eres más que nunca o quizá como siempre, pero de una manera distinta, sobre todo, de una manera especial,
de eso estoy segura.

Van a ser unas navidades largas lejos de vosotros, Pontevedra...


8 de diciembre de 2010



Hoy en Ferrol, llueve, como no podía ser de otra forma.
Recuerdo que podíamos pasarnos tardes como la de ayer sentadas en el mismo banco, disfrutándo un mismo café durante horas. Contando gotas, escuchando almas. Jugando a ser adultas supongo, cuando seguiamos siendo crías. No digo que ahora no lo sigamos siendo,
pero no puedes negar que nuestras vidas han cambiado bastante.
Ha pasado poco tiempo, pero supongo que el suficiente para romper costumbres. De todas formas, las que erraron han decidido volver. Y lo importante es que aceptas su vuelta, porque en el fondo, sabes que las necesitas. Además es otoño, hay que ser buenas personas. Ah, no mierda, eso era navidad. Bueno, da igual.
Hace un rato he llegado a Pontevedra, estoy en la habitación. Ya he recogido todo. Bueno, casi todo. Tampoco te voy a engañar de esa manera. Pero mi compi no está, no llega hasta domingo. Antes de llegar aquí, la idea de compartir habitación te asusta un poco; debes acostumbrarte a compartir tu intimidad con otra persona. El caso es que ahora me siento extraña sentada sola, sin que nadie pueda hablarme. De hecho, desde que vivo aquí, no he pasado más de diez minutos sola en ninguna parte. Cómo he dicho muchas veces, esto es una piña y aquí somos tantos, que a veces hasta me da miedo contarlos y sobre todo, tengo un miedo horrible a contar el cariño que les estoy cogiendo a todos.
Y es que lo pienso, y recuerdo que antes era capaz de recapacitar, de sacar conclusiones por mi misma, sin embargo ahora, tengo la necesidad de resolver mis problemas con al menos una persona que me escuche. Y no sabes cómo me encanta.

Y creo que lo voy a dejar aquí, han pasado 10 minutos, demasiado tiempo en soledad y sin ruidos en esta residencia. Voy a buscar almas con las que divertirme un rato.
Recibirás noticias mías pronto, tranquilo.
Paz y amor!

6 de diciembre de 2010


Lo cierto es que preferiría no guardar de ti un recuerdo tan absurdo,
de hecho, probablemente prefiera no guardar de ti ningún tipo de recuerdo.
Soy débil, algo así como el sol de enero y las tormentas de agosto,
como la vajilla de cualquier abuela,
como el corazón de cualquier niña,
pero ,¿sabes que?
tú eres imbécil, y eso me consuela bastante.

Tranquilo,
no es nada personal.