30 de octubre de 2011

Echaba de menos viajar por la noche.
De esas veces en que todo está tan oscuro y frío fuera, que daría igual que el autobús fuese simplemente a ninguna parte. No querría bajarme.
No es por presumir, pero últimamente no paro de pensar. No es que mis pensamientos brillen por su calidad, pero sí por su cantidad. Personalmente, opino que demasiada cantidad para girar siempre en torno al mismo tema.
Ojalá pudiera decir que no sé que pasa, pero sí lo sé. Lo peor de saber dónde existe un fallo es el no saber cómo arreglarlo, y entonces sufrir ideando la manera de conseguirlo. Esto tendría algún sentido si dependiera de mi misma, pero desgraciadamente, no es tan fácil, y por mucho esfuerzo que realice, se necesita alguien más para que todo funcione.
Y no es más que eso.
Supongo que te habrá pasado alguna vez. Espero que sí, porque así todo tendría más sentido y me comprenderías mucho mejor. Quiero pensar que a todo el mundo le ha pasado, le pasa o le pasará, que siente que entrega mucho más de lo que recibe.
Eso me pone triste. Quizá esté triste solo por dentro. Espero. Pero a veces, solo algunas, y de hecho, creo que esta es la primera vez que ocurre, me agoto. Me resta fuerzas pensar que quizá esté yo sola tirando de un carro pensado para dos.
Ojalá me esté equivocando y solo sean esas sensaciones tontas que se tienen en un momento determinado, y que acaban tiradas por la borda de un barco muy personal. De verdad lo quisiera.

Necesito un puente de descanso, pero de descanso mental...



22 de octubre de 2011

Son las dos de la mañana de un viernes cualquiera en una ciudad como esta. La pasada noche ha sido de las largas, y aunque suene irónico, solo acumulo un total de dos horas y media dormidas. Pero los jueves son una costumbre demasiado agradable, aunque las mañanas de viernes sean para borrar del recuerdo.
Sé que mis ojos quieren cerrarse y que debería atender sus deseos, pero esta noche necesitaba esto. Estaría dispuesta a cualquier cosa. Dispuesta a narrar mi vida, dispuesta a contestar preguntas, aún sabiendo que no hay quien las haga. Dispuesta a hablar de la que probablemente haya sido una semana de mierda.
Y mola porque pienso en cual ha sido la causa de tan ingente problema semanal y me doy cuenta de que no hay ningún detonante destacable, y sin embargo, esta semana me ha atropellado por completo.

Después del fin de semana, algún ente decidió lanzarse a adivinar el tiempo, y dijo por la tele que empezaba el otoño. Al fin, y con al menos un mes de retraso, salí de casa por la mañana teniendo frío, pero frío de verdad, del de cojones. El frío paseaba el lunes por unas calles demasiado acostumbrados al solano sureño ,pero tan pronto como llegó, se fue. Igual que mi alma, mi espíritu, mi esencia, quien sabe.
Al frío le ganó el calor, y a mí me perdió la ambigüedad, la falta de ganas.
Aunque el frío se fue solo, a mí me robaron el alma y todavía no sé cómo. Quizá todo ha girado demasiado en torno a Tom, como casi todo casi siempre. Quizá es que esta semana me di cuenta de que no tengo ni idea de cómo vivir en pareja. Sí, eso ha tenido algo de culpa. He descubierto que yo no vivo, sobre vivo. Y me niego en rotundo. De entre dos, hay uno fuerte y uno débil, y yo siempre soy lo mismo. Adivina cuál de los dos. Y cuando hablo de en pareja, quiero decir también en grupos, e incluso individualmente, siempre pierdo yo. No es que diga perder, en sentido literal, si no perder en que yo soy la tonta que siempre acepta, que hace cosas por aquello de, y que nunca, nunca se enfada.
Porque esa es otra, y ya no hablo de en pareja, hablo de en la vida, hay personas, bueno y digo hay, cuando quiero decir, casi todas las personas, resulta que se enfadan por cualquier chorrada estúpida, y te hacen sentir el único responsable moral de todo. TODO. Y aunque pienso, "What the fuck?", acabo pidiendo perdón por cosas que ni si quiera valoro como negativas. Acabo arrepintiéndome de lo que ni si quiera creo que está mal, todo, por no hacer sentir mal a nadie, y sin pensar, en que la única que se siente mal aquí, soy yo. Para el mundo, funciona así: alguien comete un error, y otro se enfada por ello. Al día siguiente, el primer alguien tendrá cuidado de no repetir sólo por una razón, que el otro no se enfade. Y aquí es dónde entro yo y digo ¿Y de que mierda sirve? En realidad nadie hace nada por ti, lo hacen porque no te enfades.
Pues que te aproveche. A mí, desde luego, no me sirve. Y si la gente hace cosas por mí, quiero que sean por mí, de verdad.
Por eso no me enfado.

Y si quisiera que me votaras , me habría quedado cojonudo, pero en la vida real, esta manera de pensar no ayuda a sobrevivir en la selva salvaje. Aquí o comes o te comen, y yo esta semana he sido absorbida totalmente, y lo mejor, es que ha sido una buena semana al fin y al cabo, pero en esta casa tan grande hay cosas fáciles que se vuelven difíciles. Es cuestión de tomárselo con humor y tener paciencia, que espero, vuelva esta semana próxima, ya sea con frío o sin él...

P.D. Después de todo, ha servido para que quiera todavía más a Tom, y para que valore mucho los fines de semana...

17 de octubre de 2011

Para los que todavía tienen miedo a la muerte, debemos decir: ¡tranquilos!. Vivir es mucho más jodido. Sin embargo, y a pesar de saberlo, yo también me acojono. Esto funciona así, somos conscientes de algo, pero no lo entendemos. Ni sabemos, incluso ni queremos entenderlo. Y lo que peor llevo yo, es lo de la nostalgia. Nostalgia del pasado que tuvimos y no tenemos, nostalgia del presente que no tendremos e incluso y el más absurdo, nostalgia del futuro que tampoco viviremos.
El mundo está loco.



6 de octubre de 2011

Todavía no se cómo empezar a hablar de todo lo que tengo que decir. Aunque claro, es lógico que se me acumule la información en el melón, con lo poco que paso a vaciarme por aquí últimamente. No sé si es el tiempo, que no es suficiente, o soy yo, que no lo se aprovechar, pero de hoy no podía pasar. Creo que la cabeza necesita, aunque sea ocasionalmente, liberarse de todo aquello que le hace trabajar tanto.
He de decir, que para esforzarse tanto, y pasarse el día pensando, es poco eficiente en su función, porque siempre me deja a medias. Llámala microondas, de las que calientan pero no cocinan.
Creí que cuando llevara algo escrito, sería más fácil empezar a expresar lo que realmente quiero sacar de aquí, pero me equivocaba, sigo sin saber como empezar y eso que ya voy por la mitad del cuento.
Quizá esto sea algo así. Como un cuento, y no porque sea precisamente precioso. O sí. Ya sabes, como esos héroes que aunque acaban bien, tenían siempre miles de problemas, algunos más estúpidos que otros, pero siempre estaban ahí para intentar joderle la historia. Por suerte para ellos, siempre les ganaban la partida, y se quedaban con la chica y el castillo. Y eso es lo que suelo pensar antes de dormirme, que aunque haya problemas, por ridículos que sean, lo importante es aguantar. Lo único malo es que diría que aguantar es el deporte más difícil del mundo.
Mi consuelo, el equilibrio. Los días buenos que tienen la capacidad de solapar los días malos, y los momentos de risa, que hacen que nos olvidemos de los lunes de lágrimas, por muy fugaces que sean.
Lo bueno de esto, es que llego aquí, para intentar contarte que a veces, las fuerzas también me flaquean, pero en cuanto empiezo, me doy cuenta de que todavía me quedan más. Y que si no me quedan tendré que fabricármelas. Es cierto. Es que me planto frente a mis problemas, y ahora que están escritos, me parecen insignificantes. Y digo...¿En serio? Y me planto friamente y sé que no son para tanto. Y sobre todo, que darles una importancia que no tienen sirve realmente para nada. Pero, hay momentos en que no todo se ve tan claro. Y una palabra te sienta como una patada en el orto, y te faltan besos y te apetece más cariño del que te dan, y te sientes más sola que antes, o mal acompañada, o te sientes triste, o poco animada, cambiada...Quien sabe. Fíjate que variedad, mejor que las rebajas.
Pero para eso vengo aquí, para hacerme sentir mejor, y decirme que esos momentos, aunque a veces nos hagan perder la cabeza, o el sueño, no son nada al lado de todos los otros que me hacen sentir querida, alegre, animada. Y los besos de Tom acaban compensándolo todo, y las palabras de Boston, y la confianza de Llul, y la simple existencia de Penis me hace sentir en casa. Y L, que la sigo echando de menos como el primer día...
Yo que sé. Esto es la vida.