Llegas, actúas, opinas, te juzgan. Caminas, te alejas, sales, te juzgan.
Vale, sí, yo también lo hago, juzgo a los demás. Y considero que no hay nadie que no lo haga.
¿Por qué lo hacemos? No sé/No contesto.
Hasta ahora sabía perfectamente quién me juzgaba en cada momento y de la manera en que lo hacía. Pero no importaba. Me callaba y sonreía. Me masticaba una buena contestación y me la tragaba.¿Cobarde? Puede. ¿Inútil? Mucho.
Ahora no. Ahora no me para nadie.
Llegas, actúas, opinas, te juzgan, "la lías parda".
¿Por qué? Porque sí. Porque al final todo lo que guardas, si no lo echas, hace daño, mucho, mucho, mucho...Un día y otro y otro, en que intentas guardar la compostura, porque claro, no quieres ser la típica borde que dificulta la convivencia. Pero hoy explotas, y con educación te vacías de eso que está dentro de tí. Lo sueltas todo, con un par. ¿Y..? Y que bien sienta.
Solo hay que tener tacto, un poquito.
Ahora: Llegas, actúas, opinas, te juzgan. O no...
Es así la vida. ¿Injusta, que no?