29 de septiembre de 2011

"Puedes creer que vas a pasar toda tu vida sin necesitar a nadie, pero sabes que es mentira. Sin embargo, para el día que te des cuenta, esa persona que realmente necesitabas, aún sin saberlo por aquel viejo entonces, ya no estará. Te conformarás con otra que intentará subsanar esa falta, pero por supuesto, no lo conseguirá. Tu felicidad no será plena aunque realmente puedas llegar a pensarlo, y todo por dejarte llevar por esa mierda del orgullo y de los principios que no tienen final. O quizá no. Quizá te lances con todo el equipo por algo que parecía la mayor locura romántica de la historia de tu vida y con el tiempo te darás cuenta de que esa persona que quisiste no era para ti, y aprenderás de ese error, como de todos los demás.
Pero eso es vivir, aceptar una oportunidad que llega a tus manos. Aprovecharla bien, o aprovecharla mal. Pero tenerla, hacerla tuya y sobre todo, hacerla real.
Y te hablo desde aquí, desde dónde no vas a verlo nunca, porque tu vida es tuya, y por mucho que me gustase meterme en tu cabeza al menos cinco minutos y poder cambiarlo todo. No puedo. Nadie puede.
De veras siento que como persona estés muerta de sentimiento. Ojalá revivas algún día, y cuando antes, porque te aseguro que sentir es lo mejor del mundo..."



19 de septiembre de 2011

Las noches despiertas que dan para mucho. Capítulo I.

Todavía no se si odio o me encantan las noches en que se que debería estar durmiendo desde hace ya una hora, a lo menos, y sin embargo, en lugar de hacerlo y dar el día por sentado, abro este ordenador para comprobar que su reloj digital es capaz de marcar la hora que forma el número de pi.
Por ejemplo.
Sobre todo, cuando sabes de sobras que no sólo puedes dormir, si no que quieres dormir porque te has pasado las noches de un fin de semana cortísimo recuperando el calor que había perdido tu cama, y no precisamente durmiendo.
Y mola mucho, porque a estas horas piensas que mañana podrás estar en clase perfectamente, con los ojos plenamente abiertos y manteniendo una atención constante, pero en realidad...Ni de coña.
Así que, aunque me encante estar contándote esto, porque echo bastante de menos sacar mis cinco minutos diarios para contarte cualquier gilipollez ingente que me haya pasado a lo largo del día, me voy. Porque la fuerza de voluntad hay que sacarla de dónde sea. Y ya que no la tengo que usar para dejar de fumar, pues la uso para dormir, que está bastante mejor.
Paz y amor.

10 de septiembre de 2011

De esta semana sureña, quiero hablarte de un segundo en concreto. De ese segundo en que miré mis zapatos de tacón un jueves por la noche, y me di cuenta de que había pasado un año entero. Había pasado un año entero desde aquel principio y nadie me había avisado. Ni si quiera un poquito. Levanté la mirada hacia el frente, porque no es que yo sea torpe, pero caminando en tacones no me puedo permitir el lujo de mirar el mismo suelo, y vi todo aquello. Un sitio al que ahora llegaba sin saco de basura, sin mi tanga en la cabeza, sin una L colgando del cuello y sin unas letras que forman novata en mi frente. Y vi a esos otros. A los que esa noche sí lo llevaban. Todo el pack. Pensé en lo avergonzados que se estarían sintiendo mientras todos les miraban. Pensaba en que estarían deseando poder quitarse todo aquello y camuflarse tímidos entre los demás.
Y entonces, de repente lo entendí todo. Les tenía envidia.
Solo eso. Y no una pizca. Si no un montón de envidia.
Porque recordé hace un año. Y todo lo que vino después. Recordé un año entero. Recordé el año. Y ya no sólo les envidiaba a ellos, me envidiaba a mí también. A mí, aquel mismo día y cualquiera de los otros.
Y aprendí, una vez más, que los cambios nos sacuden de repente. Como las malas noticias, que nos dejan fríos por un instante y prácticamente inconscientes hasta que conseguimos recuperar la razón.
Cómo las olas sacuden el mar.
Y aprendí que el tiempo, nos da pena cuando se acaba, y nos da miedo espantoso cuando está por llegar.



3 de septiembre de 2011

Perdiendo el norte.

Me gustaría escribirte hoy algo bonito. Quizá porque hoy es uno de esos días en que la lucecita de alarma se enciende y se activa automáticamente un cartel luminoso en la espalda en el que se lee casi a la perfección, "necesita desahogarse".
Hoy me levanté soñando que no era hoy. Pero resultó que sí lo era.
Bueno, hagamos una pausa. En realidad, hoy, voy a hacer una excepción. Me gustaría, si me permites, empezar por el final. Hoy, estoy harta de principios.
Hacía tiempo que no iba a aquella casa, la que un día fue mi casa. Al menos, de esa manera. Los cambios se notan siempre de repente. Allí, en aquel salón tan cariñoso, había un sofá demasiado cómodo. Mi abuela y yo jugábamos siempre a vacilar a mi abuelo, diciéndole que ella quería mas al sofá que a él. Pero mi abuela un día se fue, o se la llevaron, cada uno debe verlo como quiera. Y hoy, ella no estaba, y el sofá, tampoco. Ahora había allí una butaca. Sola. Igual que se quedó mi abuelo.
Fui habitación por habitación, cajón por cajón, buscando algo que me hiciera sentir pequeña. No quería saber nada de móviles, de pérdidas de inocencia, de responsabilidad alguna. Y lo encontré. Encontré, a parte de ese olor a siempre, carpetas y cajas. Y lo más importante, un montón de fotografías que ni si quiera recordaba. Pero si alguna debía ser destacada, era esa foto. Con mi padre en la playa. Un padre de a penas de 30 años, y yo, que ni quiera tenía años. Ese padre, con el que desde hacía un par de horas, ni si quiera me miraba a la cara, hoy. Las ganas de llorar llegaron más tarde, con una canción bonita que decía que every teardrop is a waterfall.
Pero como hoy vamos hacia atrás. Ahora me sitúo en el asiento de atrás de mi coche. Explicando a mis padres cómo va a ser el día de mañana. Último día de norte, antes de empezar el sur. Lo tenía todo tan pensado, que mi padre decidió que era demasiado. Y que él tenía pensado algo mejor. Nada. Entre gritos que salieron de no se muy bien dónde, canceló más de la mitad de mis planes. Y mi norte se rompió en pedazos, hoy.
Si fuera todavía más atrás, pero bastante más. Sabrías que todavía no me apetece abandonar el norte, que no quiero que se acabe este verano aún. Un verano que ha sido largo, pero que hoy, se me escapa.

Pero hoy es hoy, y ahora. E ir hacia atrás no sirve de nada. El norte se acaba de forma continuada, pero seguirá dónde siempre, aunque sea de forma intermitente. Y el sur, ese sur que hoy, se hace perezoso, será de nuevo, mi día a día. Se acabó el verano, pero llega el invierno. Se acabó contar los días sin Tom. Se acabó pensar en soledad. Se acabó.
Espero que el sur siga siendo igual que en mis recuerdos y que todo vaya todavía mejor.
Nos vemos muy pronto, cuánto antes.
Paz y amor.