9 de abril de 2011

Cuando las cosas van bien, existe ese miedo constante a que todo pueda romperse de repente. Una inutilidad dónde las haya, pero irremediablemente existente. Es como cuando comes fresas con nata y lamentas desde el principio que se van acabar en a penas minutos. Lo definiría, en parte, como una envidia futura a la felicidad presente.
Pero la envidia no es felicidad, así que intentas tomártelo como un algo efímero pero increíblemente valioso, porque todos tenemos problemas, y no por ello la vida deja de tener sentido.
O quizá no, quizá la consciencia de esa velocidad vital nos lleve a obsesionarnos de tal forma con aprovechar cada detalle al máximo, que acabamos perdiendo el norte. Como cuando intentas saborear tanto la última fresa que acaba perdiendo el sabor del final.
Pero poco a poco, caes lentamente en la cuenta de que has perdido más de la mitad de tu tiempo descubriendo cómo afrontas las pequeñas cosas, pensando en si das una mayor o menor importancia a los hechos, pasando media vida hablando de que "tenemos de hablar".
Tiempo perdido, y sobre todo,
muchas fresas sin comer.

4 comentarios:

  1. Gran razonamiento, las fresas molan, jajajaja.
    Un besito :3

    ResponderEliminar
  2. Dioos, no me acuerdo donde leí un texto que hablaba exactamente de esos "tenemos que hablar" que nos llevan los días! y ahora me quedo con esa duda insoportable de estar pensándolo y que no te salga! jajaja
    Buen símil, las fresas molan ;)

    ResponderEliminar
  3. Me encanta andrea, no se que decir jaja cada entrada es mejor que la anterior, me dejas sin palabras para escribirte un comentario decente
    te quiero

    ResponderEliminar
  4. PUes ahora que ya sabes de que va, no pierdas tu tiempo y vive cada segundo del presente, no dejes escapar ni uno solito. Y lo que tenga que pasar, pasará, lo hayas pensado o no.

    biquiños,

    ResponderEliminar