10 de septiembre de 2011

De esta semana sureña, quiero hablarte de un segundo en concreto. De ese segundo en que miré mis zapatos de tacón un jueves por la noche, y me di cuenta de que había pasado un año entero. Había pasado un año entero desde aquel principio y nadie me había avisado. Ni si quiera un poquito. Levanté la mirada hacia el frente, porque no es que yo sea torpe, pero caminando en tacones no me puedo permitir el lujo de mirar el mismo suelo, y vi todo aquello. Un sitio al que ahora llegaba sin saco de basura, sin mi tanga en la cabeza, sin una L colgando del cuello y sin unas letras que forman novata en mi frente. Y vi a esos otros. A los que esa noche sí lo llevaban. Todo el pack. Pensé en lo avergonzados que se estarían sintiendo mientras todos les miraban. Pensaba en que estarían deseando poder quitarse todo aquello y camuflarse tímidos entre los demás.
Y entonces, de repente lo entendí todo. Les tenía envidia.
Solo eso. Y no una pizca. Si no un montón de envidia.
Porque recordé hace un año. Y todo lo que vino después. Recordé un año entero. Recordé el año. Y ya no sólo les envidiaba a ellos, me envidiaba a mí también. A mí, aquel mismo día y cualquiera de los otros.
Y aprendí, una vez más, que los cambios nos sacuden de repente. Como las malas noticias, que nos dejan fríos por un instante y prácticamente inconscientes hasta que conseguimos recuperar la razón.
Cómo las olas sacuden el mar.
Y aprendí que el tiempo, nos da pena cuando se acaba, y nos da miedo espantoso cuando está por llegar.



2 comentarios:

  1. Nuevo año, nueva vida, nuevas emociones, nuevas experiencias!!! Nunca, jamás, mires esas cosas por el lado malo pastanaguita ;)

    (L)

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  2. yo sé de una que mañana se convertirá en novatilla, ojalá que dentro de un año diga lo mismo que tú.

    biquiños.
    y buen curso.

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