20 de junio de 2011

Bua. Bua. Bua. Bua.

Hoy he ido a la playa. Y le doy tanto énfasis porque no soy la típica persona que en sus típicas vaciones de verano se pasa el día en la playa. Jamás.
Pero hoy me ha gustado, mucho además. Tumbada relajadamente, con el mar de fondo, y ese sonido que hace la pelota al chocar con la raqueta, que muchas veces toca los cojones, hablando mal y pronto, pero hoy no, hoy era extremadamente agradable. Después de hacer un par de típicas fotos de playa, empezaron a llegar los problemas. Lorenzo empezó a tener inseguridades, y se escondía repetidas veces tras las nubes. La ligera brisa marina, se convirtió subitamente en un típico vientecillo curioso que no hace más que traer arenas y llevarte el pelo a la cara, justo en el momento en que estás comiendo un típico helado de nata.
Así que viendo que las circunstancias habían dejado de ser idóneas, empezamos a recoger el típico petate, y una vez vestida, con la ropa pegada al cuerpo y la cara llena de típicos granitos de arena, recordé porque no soy de playa...
Pero no, en serio. Fue genial. Quizá incluso vuelva pronto...




2 comentarios:

  1. la playa hay que aprender a sufrirla para disfrutarla tia jajaja

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  2. primeramente recordarte [porque seguro que ya lo sabes] que hay que saber llevar bien el asunto de la distancia porque de lo contrario el "echar de menos" se convierte en algo demoledor.

    de la playa... el año pasado no la pisé por culpa de mi rotura de tibia y peroné y este año me parece a mí que tampoco me va a tocar mucho: en breves días Congo se operará de una hernia inguinal y además de que el sol no es bueno para las cicatrices primerizas, tampoco podrá hacer esfuerzos...

    en fin, no me importa, mi piel se conservará mejor aunque tenga que aguantar constantemente eso de: ¡pero que blanca estás!...

    ¡que poco original es la gente, por favor!

    biquiños,
    Aldabra

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