2 de julio de 2011

Vaya. Ha llegado Julio. Como siempre, sin a penas darnos cuenta, sin pedirnos permiso y
obligándonos a pasar otra página del frenético calendario.
Junio se ha ido, y no precisamente solo. No nos ha dejado un buen recuerdo, o al menos eso es lo que creo a estas alturas del día, después de una tarde ni mucho menos agradable. Siempre me ha gustado ver a mi familia. La grande, entera. Pero desde luego, he odiado las veces que nos veíamos después de tanto tiempo movidos por un motivo triste como el de hoy.
Nunca he entendido eso. Sí, ya sabes. Ese círculo de sufrimiento que envuelve a la familia más cercana de ese alguien que se va, y que les obliga a permanecer encerrados junto a ese ser querido durante casi dos días enteros, recibiendo los besos de todos aquellos que quieren dar eso que llaman pésame. Por supuesto, me parece un gran acto el hecho de que todos quienes le querían, quieran hoy decirle adiós por última vez. Pero ¿y ellos?, esos que lo único que desean es llegar a casa, sentarse junto a una ventana y llorar solos. Pensar en el pasado y ver fotos, o quizá seguir adelante, sin que todos te recuerden lo triste que debes estar.
No sé, puede que sea inmaduro no querer afrontarse a todo ello. Pero me parece cansado, agotador. Realmente agónico.

Pero bueno, Junio termina, y todo eso, también.
Hoy por la mañana , mi querida MT yo, fuimos a la playa. Estáis flipando con que haya vuelto a la playa, pero sí. Soy la más loca. Eh. Eh. Llegamos, y allí estaba. La playa. Sola y desierta, como en la canción de María Isabel. Sí, joder, que te la sabes fijo. Me preguntaba si se podía estar forever alone aún siendo dos, pero no era así, porque había un típico viejo de playa, que pasea por la típica orilla, con la típica pose paseante de manos-enlazadas-colocadas-estrategicamente-donde-la-espalda-limita-con-el-culo. Además MT es compañía más que suficiente, es algo que no me canso de comprobar.
Por la tarde he tenido que aplazar la práctica de coche para el lunes. Paso miedo los fines de semana temiendo que se me olvide cómo se conducía. Qué triste soy. Pero ahora que el coche va cediendo ante mí...No puedo perder autoridad.
Ah! Y me compré un reloj nuevo. Bueno, comprar, se lo cambié a un chinito por un billete de cinco hace un par de tardes. Con que cumpla su función me llega.
Vale, no es la vida más interesante del mundo, pero no me quejo.
Bueno. Y eso. Voy a dormir.
Paz y amor!

2 comentarios:

  1. nos tenemos que poner la día URGENTEMENTE!

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  2. a mí también me pone de mal humor toda esa "hipocresía y costumbrismo" acerca de la muerte... me parece más lógico lo que dices tú, llorar al que se va a solas, o acompañado de quien tú quieres... porque de repente te ves rodeado de gente que sólo va a cumplir.

    en fin, es lo que hay y no es facil de cambiar.

    siento lo de tu ¿abuelo?

    biquiños,

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